Los grupos comunitarios de mujeres han conseguido una
extraordinaria reducción de las tasas de mortalidad en algunas de las zonas más
pobres de la India, según un estudio publicado en la revista científica Lancet,
y presentado por el Dr. Anthony Costello en el Congreso Interatlántico sobre
Parto e Investigación en Salud Primal, celebrado en Las Palmas de Gran Canaria
del 26 al 28 de febrero de 2010. Además, el apoyo de los grupos de madres proporcionó
una reducción significativa de la depresión materna y la mejora de la capacidad
de las mujeres para tomar decisiones.
Cada año, alrededor de 4 millones de niños mueren en todo el
mundo durante el primer mes de vida. Menos de un cuarto de los 68 países en los
que se centraban los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU (reducción
de la mortalidad infantil por debajo de los 5 años de edad en 2/3 para el 2015)
están en camino de conseguir ese objetivo.
Un estudio anterior, llevado a cabo en Nepal y publicado en
Lancet en 2004, apuntó que los grupos participativos de mujeres podrían
conseguir un impacto significativo en la salud neonatal en los países más
pobres, mucho más que el contacto individual con un profesional sanitario. En
ese proyecto, se consiguió una reducción de la mortalidad neonatal de alrededor
de un tercio.
Para ver si estas conclusiones se podían aplicar a otros
países, los investigadores repitieron el ejercicio en Jharkhand y Orissa, dos
de los estados más pobres de la India. En estas regiones mueren,
respectivamente, 49 y 45 bebés de cada 1000 niños que nacen vivos, una tasa de
mortalidad neonatal muy por encima de la media en la India, estimada en 39 de
cada 1000 nacidos vivos. Como término de comparación, en Gran Bretaña esa tasa
es de 4 de cada 1000 nacimientos.
Entre 2005 y 2008, un equipo de investigadores dirigido por
el catedrático británico Anthony Costello, del Institute of Child Health, UCL
(University College London), y el Dr Prasanta Tripathy, de la organización india
de voluntariado Ekjut, evaluaron cómo afectaban los grupos de mujeres a la
mortalidad neonatal y la depresión materna en las zonas donde se realizó la
intervención, comparado con zonas donde no se impulsaron estos grupos
participativos.
En cada grupo actuaron como facilitadoras mujeres reclutadas
en la zona, respetadas en la comunidad, no profesionales de la salud, por lo
general casadas y con alguna escolarización. El número de mujeres que formaron
parte de los grupos fue aumentado de 1 de cada 6 mujeres en edad reproductiva
(17%) durante el primer año, a más de la mitad (55%) durante el tercer año. En
total, se registraron datos de 19.030 nacimientos durante esos tres años.
Las mujeres trabajaron a través de un “ciclo de acción
comunitario” en cuatro etapas, identificar los problemas asociados al embarazo,
el parto y el cuidado de los recién nacidos; desarrollar estrategias para hacer
frente a esos problemas, como mejorar la higiene, conseguir fondos y producir
sus propios kits básicos para el parto; trabajar con los líderes locales
comunitarios, maestros, políticos y otros para implementar estas estrategias, y
evaluar el éxito de estas intervenciones.
“Fue crucial que las mujeres pudieran pensar por sí mismas
en los problemas y desarrollar sus propias estrategias para hacerles frente,
más que decirles lo que tenían que hacer”, según el Dr. Nirmala Nair de la
organización Ekjut “Pensamos que una facilitadora entrenada que apoya el
aprendizaje entre iguales es más eficaz para conseguir un cambio duradero en el
comportamiento que el enfoque tradicional basado en un instructor que enseña al
que tiene que aprender”.
El efecto de las intervenciones fue espectacular: en el
segundo y el tercer año del ensayo, en las áreas donde se impulsaron los grupos
de mujeres la mortalidad neonatal se redujo en un 45%. En estas zonas también
se redujo significativamente la depresión materna, en un 57%.
“Observamos un cambio en el comportamiento: mejores
prácticas de higiene, y mejor cuidado de los recién nacidos”, explicó el
profesor Costello. “Se pasó de prácticas perjudiciales como dar a luz en
lugares sucios o retrasar el inicio de la lactancia, para mejorar
significativamente la higiene básica por parte de los asistentes al parto, el
corte del cordón umbilical y la respuesta inmediata de las madres a las
necesidades de cuidado del recién nacido”.
Los investigadores
creen que la mejora del capital social –el acceso al grupo proporcionó a las
mujeres una mayor red de apoyo de iguales– fue el aspecto más valioso de los
grupos y contribuyó a la mejora de las prácticas en el parto y el cuidado de
los bebés, y en la reducción de la depresión materna. Eso también podría
explicar por qué estos grupos tuvieron un éxito mucho mayor que las
intervenciones directas de los profesionales de la salud.
“Muchas mujeres de estos grupos serían mujeres relativamente
jóvenes, con matrimonios pactados por las familias, que viven sólo con su
suegra o con una red muy limitada de amigas que le proporcionen apoyo”, explica
Audrey Prost, de la UCL. “Los grupos
empoderan a las mujeres para que tomen medidas preventivas y puedan hacer
frente a los problemas de forma más efectiva cuando surjan. Si has estado en un
grupo y surge un problema, tienes una red de apoyo inmediata a la que puedes
acudir”.
Los investigadores estiman que el coste adicional de dar
apoyo a estos grupos por cada vida salvada fue de alrededor de 910$. No
obstante, queda abierta la cuestión de quién pagaría para apoyar este tipo de
grupos: el gobierno estatal o federal, organizaciones no gubernamentales, o una
combinación de los dos.
Los autores explican que “los grupos de mujeres facilitados
por otras mujeres redujeron la mortalidad neonatal y la depresión materna
moderada, con un bajo coste, en poblaciones ampliamente tribales, rurales, del
este de la India. El mecanismo más probable de reducción de la mortalidad es la
mejora de la higiene y las prácticas de cuidado”. Además, “los grupos
participativos tuvieron la ventaja de ayudar a los más pobres, se pueden
aplicar a mayor escala, tienen un bajo coste y producen efectos duraderos de
gran alcance. Al enfocarse hacia su conciencia crítica, los grupos tienen la
capacidad de mejorar las habilidades de la comunidad para hacer frente a las
dificultades relacionadas con la salud y el desarrollo, surgidas de la pobreza
y las desigualdades sociales”.
La revista Lancet publica un segundo estudio llevado a cabo
por el mismo equipo, también sobre formación de grupos de mujeres, pero esta
vez en Bangladesh. En este país, no se consiguieron resultados tan
espectaculares como en la India. No obstante, en este caso, los investigadores
creen que una serie de aspectos influyeron en los resultados: la imposibilidad
de conseguir una red suficiente de grupos de mujeres, como ocurrió en India, o
el reclutamiento de mujeres embarazadas como en el estudio realizado en la
India.
Referencias
Manandhar DS, et al. Effect of a participatory intervention with women's groups on birth
outcomes in Nepal: cluster-randomised controlled trial. Lancet. 2004 Sep 11-17;364(9438):970-9.
Abstract.
Tripathy P
et al. Effect of participatory intervention with women's groups on birth
outcomes and maternal depression in Jharkhand and Orissa, India: A
cluster-randomised controlled trial. Lancet. 2010 Mar 5. [Epub ahead of print].
Abstract.
Azad, K. et
al. Effect of scaling up women’s groups on birth outcomes in three rural
districts in Bangladesh: a cluster-randomized controlled trial. Lancet.
2010 Mar 5. [Epub ahead of print].
Abstract.
Artículo publicado por Crianza Natural.